Una familia como cualquier otra
Yottlin Arias y Nacarid Portal tuvieron unos gemelos a través de fertilización in vitro. Pudieron presentarlos con sus apellidos, gracias a una sentencia del TSJ que avala la doble filiación materna. Pero al intentar tramitar sus pasaportes quedaron atrapadas en un vaivén entre el Saime y el CNE.
FOTOGRAFÍAS: ÁLBUM FAMILIAR
El 21 de octubre de 2021, a eso de las 10:00 de la noche, Yottlin Arias y Nacarid Portal llegaron a casa. Estaban cansadas luego de un día tan largo. Habían celebrado el cumpleaños de Yottlin con una cena, y antes habían tenido una cita de control, en la que la ginecobstetra les asignó la fecha de parto para la semana siguiente. Nacarid se quedó dormida enseguida, pero Yottlin, con casi ocho meses de embarazo, se sentía muy incómoda y no lograba descansar. A las 3:00 de la madrugada, apagó las luces de la habitación, se acostó en la cama y empezó a rezar.
—Estoy feliz porque mis bebés están bien, ya falta poco para conocerlos —dijo en sus oraciones de esa noche.
De pronto, se sintió húmeda. Se tocó, levantó la cobija y vio que el agua le chorreaba por las piernas.
—¡Gorda, despiértate, estoy botando líquido! —exclamó mientras trataba de despertar a Nacarid—. ¡Rompí fuente!
Nacarid se espabiló y se vistió con lo primero que consiguió. Agarraron el bolso con las cosas que necesitarían y arrancaron en el carro. Llegaron a la clínica y, después de los trámites de admisión, ingresaron al quirófano. Durante la cesárea, Nacarid le sostenía la mano a su esposa; le acariciaba el pelo, le hablaba al oído. Así la acompañó hasta que a las 7:45 de la mañana del 22 de octubre nacieron Alana y Liam.
Nacarid fue la primera en amamantar a Liam. Desde semanas antes había estado estimulando sus glándulas mamarias con asesoramiento de una especialista en lactancia para producir leche materna y darles pecho a los bebés a pesar de no ser su madre gestante. Habían organizado todo para traerlos al mundo. Con ellos, sentían que finalmente su familia estaba completa. Hace meses que habían decidido cómo se llamarían.
¿Pero cuáles serían los apellidos de los hijos de esta familia?
Tenían cuatro años de novias cuando en 2019 se casaron en Boston, mientras estaban en esa ciudad estudiando inglés. Fue una boda íntima: solo asistieron ellas dos. Un día consignaron sus datos, y al otro, una persona ofició la ceremonia. Les entregaron un ramillete y les tomaron fotos. En ese entonces, ya querían ser madres y que sus hijos tuvieran los apellidos de ambas.
Aunque sabían que en Venezuela aún no está permitido el matrimonio entre personas del mismo sexo, en diciembre de 2016 el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) reconoció el primer caso de un niño concebido con reproducción asistida, que fue registrado con el apellido de sus dos mamás: Giniveth Soto y Migdely Miranda.
Ellas, venezolanas casadas en el extranjero, decidieron tener un bebé con el método de fertilización in vitro y que naciera en Argentina, para que pudiera llevar el apellido de ambas. Con el bebé en brazos, volvieron a Venezuela en 2014, e intentaron introducir el acta de nacimiento del niño para que tuviera la nacionalidad de sus madres. Las autoridades no lo permitían, alegaron que el formato del registro contemplaba un papá y una mamá, no dos mamás.
Todo se complicó más cuando a Giniveth la mataron en diciembre de 2014. Migdely, ahora viuda, continuó apelando a las decisiones de las instituciones y demostró que tanto ella como su esposa tenían un vínculo filial con el niño. Ese 2016, el Estado reconoció esta doble filiación materna.
En marzo de 2021, Nacarid y Yottlin también concibieron a sus hijos con el método de fertilización in vitro, con un equipo de médicos y especialistas en Venezuela. Tomaron óvulos de Nacarid, los fecundaron con esperma de un donante y los inseminaron en el útero de Yottlin, la madre gestante. Así decidieron empezar a compartir la maternidad. Gracias a la sentencia de 2016, ellas iban a poder registrar a sus hijos con sus apellidos.
Sus hijos estaban recién nacidos cuando los presentaron, sin contratiempos, en una oficina del registro civil en una parroquia caraqueña. Llevaron la sentencia del TSJ de 2016. En las actas se hizo la observación de que la presentación se realizó según dicha sentencia, y los registraron con sus dos apellidos correspondientes: Portal Arias.
Lo siguiente era sacarles el pasaporte. Nacarid, como escritora y directora de la editorial que fundó junto a Yottlin, debía viajar al extranjero en septiembre de 2022 para promocionar uno de sus libros. Le daba temor que ese momento llegara y le tocara separarse de sus niños. Los morochos tenían tres meses cuando sus mamás solicitaron citas en el Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería (Saime) para tramitar ese documento.
Primero fue el turno de la niña, Alana, el 2 de febrero de 2022. La cita de Liam estaba programada para dos días después. Yottlin fue a la oficina del Saime con una tía de Nacarid, porque en ese momento su esposa no podía acompañarla, y porque además así no generarían sospechas de que la criatura tenía dos mamás: no conocían casos de trámites de pasaportes para niños venezolanos registrados con dos madres y les angustiaba que les pusieran trabas.
En aquella cita, tomaron las huellas y la foto de Alana.
Yottlin se levantó del asiento para retirarse, pensando que el proceso estaba listo, cuando el funcionario del Saime le preguntó:
—Disculpa, ¿dónde está el papá de la niña?
—No, no tiene papá; tiene dos mamás —respondió—. Ahí están representados los dos apellidos, tenemos su partida de nacimiento.
—Lo siento, tengo que verificar esta información y consultar con nuestros superiores si podemos procesar este pasaporte.
—Pero tengo al otro bebé. ¿Vengo para la siguiente cita?
—Ven, pero creo que va a ser igual. Hasta que revisen bien el caso y nos aprueben que podemos seguir tramitando el documento, no vamos a poder proceder. Sigue viniendo.
Yottlin regresó al Saime con sus morochos tres veces más, tratando de encontrar respuestas, pero le repetían lo mismo: que no podían proceder. En el cuarto intento, una gerente del Saime les dijo que el ente responsable de darles una respuesta era el Consejo Nacional Electoral (CNE), la institución a la que le compete el funcionamiento del registro civil.
Acompañada de un abogado, Nacarid fue al CNE dos veces, hasta que alguien los atendió. Los hizo pasar a su oficina y les explicó que allí no podían hacer nada, porque esa institución ya había emitido una partida de nacimiento.
Entonces, una vez más, volvieron al Saime.
Hablaron con un superior que les dijo que sí, que las iban a ayudar, pero que las partidas de nacimiento no eran válidas, y que eso correspondía al CNE.
El CNE y el Saime insistían en que ya hacían lo que les competía: el CNE decía que había entregado la partida de nacimiento y que el Saime tenía que darles los pasaportes; el Saime entendía que la partida de nacimiento ya estaba emitida, pero decía que el CNE tenía que ponerle una firma que la autentificara.
Nacarid y Yottlin empezaron a angustiarse, no sabían qué hacer.
Con asesoría de su abogado, decidieron ir a un juicio. Demandaron al Saime para exigir que emitiera los pasaportes de sus niños con la identidad que les correspondía. Sus abogados les advirtieron que no sería fácil, porque eso no se había hecho antes, pero siguieron adelante. Estar juntas, con sus bebés, era su proyecto de vida.
En julio de 2022, después de cinco meses de idas y vueltas, un juzgado nacional administrativo recibió la demanda. Luego de un mes, tras revisar el caso, ese juzgado decidió remitir el expediente a un tribunal con competencia en protección de niños, niñas y adolescentes.
Las llamaron desde el Consejo de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes. Les aseguraron que iban a apoyarlas, que iban a proteger a sus bebés, que el derecho a la identidad no es negociable. Ese respaldo fue un respiro en medio de la ansiedad. Nacarid empezaba a ver los avances, pero no eran tan rápidos como esperaba.
Faltaba menos de un mes para su fecha de vuelo.
Su principal preocupación era tener que irse al exterior sin sus gemelos.
El viaje de trabajo de Nacarid era durante un mes, entre septiembre y octubre. Nunca había estado tanto tiempo alejada de sus bebés. ¿Cómo no iba a verlos por la mañana, darles un beso de buenas noches, olerlos, encantarse con sus balbuceos?
Para Nacarid era importante que tuvieran el apellido de ambas, porque le daba temor que le pasara algo de manera imprevista. Sus padres murieron repentinamente cuando ella tenía 20 años, y quería asegurarse de que, si algún día no estaba, todo lo que ella y Yottlin construyeron le quedara a su esposa y sus gemelos. Pero lograr esa meta se sentía como un camino largo y sinuoso, y todo eso pasaba a segundo plano ante la simple idea de tener que dejar de abrazar a sus hijos por un mes.
Un día, desesperada, le dijo a Yottlin que era mejor rendirse:
—¡Ay, ya! Yo no me quiero ir sin los bebés. Vamos a registrarlos con tu apellido y listo, y nos los llevamos de viaje.
—¡No! —se plantó Yottlin—. Ya empezamos este proceso y no podemos rendirnos ahorita, vamos a seguir. ¿Que no podemos viajar juntos? Pero hay que hacerlo. Lo vamos a lograr.
La paciencia de Yottlin calmó a Nacarid. En los momentos en los que quería rendirse, Yottlin le recordaba que tirar la toalla era quizás la forma más fácil de lograrlo, pero no la que les iba a dar la tranquilidad que anhelaban. Para Yottlin se trataba de luchar para obtener algo tan natural como poder representar a sus hijos.
No hubo manera. Nacarid hizo su gira de trabajo en el exterior en el tiempo previsto, sin los niños. Fue un mes de enviarles amor desde lejos, de intercambiar videos y hacer llamadas para verlos. Por esos días, Alana dio sus primeros pasos. Nacarid no la pudo ver en vivo hasta que regresó a Venezuela. En el aeropuerto, la pequeña caminó tambaleante hasta los brazos de su mamá. La siguió Yottlin, mientras sostenía a Liam, que también daba pasitos para acercarse a Nacarid.
Allí se abrazaron los cuatro.
Llegó Navidad, después un año nuevo y luego un par de meses más. Por fin, en marzo de 2023, 13 meses después de la primera vez que llevaron a los gemelos al Saime, el tribunal a cargo de la causa tomó una decisión. Ordenó emitir nuevas actas de nacimiento de los niños, conservando la doble filiación materna e instó al Saime a continuar con el proceso de expedición de los pasaportes de los gemelos.
De esta manera, en octubre de 2023 pudieron volar a España como una familia, y los gemelos, de casi dos años, conocieron a su abuela. Allá cumplieron dos años y los festejaron en un parque de Barcelona. Y después volvieron a casa, a esta tranquila cotidianidad. A estos días de hermanitos que se abrazan; de esposas que aplauden el progreso de sus pequeños en las clases de natación; de paseos al parque. Como lo que son: una familia, como cualquier otra, en la que no falta el amor.
Esta historia fue producida en la segunda cohorte del Programa de Formación para Periodistas de La Vida de Nos.
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Gabriela González Blumenthal
Periodista. Me interesa defender los derechos humanos y narrar la diversidad. Creo en el poder de las historias para ayudarnos a entender el mundo, el interno y el que está allá afuera.