
Un grito de auxilio que se escuchaba en los kioskos
Luego de más de cuatro décadas circulando en el oriente venezolano, el diario Región Oriente —asfixiado por la escasez de insumos necesarios para funcionar y por la censura— tuvo que imprimir su último ejemplar, el 28 de febrero de 2018. Pareció un punto y final. No lo fue. La historia continuó, aunque de un modo distinto.
ILUSTRACIONES: WALTHER SORG
La historia no comienza con el cierre sino con la rutina que se negó a desaparecer: durante los tres meses posteriores al 28 de febrero de 2018, Germán Marcano, presidente de Región Oriente, y todo el equipo que trabajaba allí siguieron asistiendo cada mañana a las oficinas, como si el periódico aún estuviera por imprimirse. Se sentaban en sus escritorios, repasaban ediciones pasadas, cumplían su horario… Para ellos, la fe permanecía intacta.
El 27 de febrero de 2018 fue un lunes como cualquier otro, hasta que Luis Marcano Barrios —hermano de Germán, editor y fundador— convocó a una reunión general: periodistas, gerentes, asistentes y jefes de áreas se reunieron alrededor de una mesa. Germán sabía lo que se iba a anunciar: por la falta de insumos para la impresión y por las presiones externas cada vez más fuertes, las últimas 16 páginas del diario oriental estaban a punto de convertirse en un acto final.
Sí, Germán lo sabía, pero cuando Luis informó que el día siguiente sería la última edición, sintió que se astilló la armadura emocional que tanto le había costado construir.
El cierre de Región Oriente no puede leerse como un hecho aislado, sino como parte de una trama más larga: el deterioro de los medios de comunicación en Venezuela. Durante la primera década de los 2000, la prensa comenzó un proceso de debilitamiento que iba más allá de lo económico. El discurso oficial se tornó cada vez más hostil y, desde diversas instancias del poder, se impulsaron estrategias que limitaban el ejercicio del periodismo. Aunque muchos periódicos seguían circulando con aparente normalidad, había una amenaza latente: cambios en las leyes de telecomunicaciones, presiones institucionales, obstáculos en el acceso a fuentes y narrativas cambiantes.
Desde 1974, Región Oriente se proclamó como “el diario del pueblo”, un lema que sostenían sus directores para mostrar uno de los pilares fundamentales del medio. Con sede en Cumaná, en el estado Sucre, circulaba en el oriente del país y logró asentarse en la memoria colectiva como el periódico que narraba la realidad de sus lectores, sin matices impuestos ni ediciones calculadas.
Las portadas de Región eran un reflejo de lo que se vivía en la calle: era común que una fotografía mostrara un derrumbe, una protesta o una caravana de fe y que la gente se detuviera frente al kiosco simplemente para observar, para entender. Región Oriente no era solo un periódico: era una ventana abierta.
Pero en 2013 las cosas cambiaron.
Como parte de una medida para centralizar la distribución y producción del papel prensa en el país, el gobierno nacional creó el Complejo Editorial Alfredo Maneiro (CEAM), adscrito al Ministerio del Poder Popular para la Comunicación e Información, para proveer los insumos a los medios impresos en Venezuela. Aunque su misión era “fortalecer la política comunicacional del país”, en la práctica se transformó en un instrumento de control indirecto sobre la libertad de expresión.
Desde esa instancia se comenzó a ejercer mayor control sobre la prensa. La creación del Complejo Editorial Alfredo Maneiro marcó un antes y un después. Este nuevo modelo de distribución terminó teniendo consecuencias directas sobre medios regionales. Lo que siguió fue un deterioro que afectó tanto la estructura física del periódico como su autonomía editorial.
Cada vez era más difícil hacerse con los insumos necesarios para funcionar. Por eso, Región, que entre los años 2000 y 2010 llegó a tener más de 48 páginas y un tiraje de 33 mil ejemplares, en los días previos a su cierre apenas logró circular con 16 páginas y una impresión reducida a 6 mil copias.
Pero esa no era la única contienda que enfrentaba. Había otra, menos visible pero igual de desafiante: desde la gobernación se ejercía presión para tratar de controlar el discurso.
Durante la gestión del gobernador Luis Acuña, las solicitudes de papel se procesaban con fluidez y, en algunos casos, se establecieron acuerdos publicitarios que favorecían la operatividad del medio sin comprometer su independencia informativa. Esa etapa, aún atravesada por dificultades económicas, fue asumida como un equilibrio posible entre la crítica responsable y la gestión democrática.
El cambio de gabinete en 2016 marcó un punto de quiebre: las relaciones tomaron un giro que volteaba por completo la realidad del periódico. Una mañana de 2017, Germán recibió una llamada de alguien del gabinete regional, quien luego de un saludo cordial, soltó la advertencia:

—Los titulares, el contenido… Eso impacta… Región llega. Es fuerte la línea, se puede bajar…
Región Oriente, con cada mes que pasaba, dejaba de contar con los despachos de insumos. Los camiones comenzaron a llegar cada tres meses: papel, planchas y tinta eran recursos preciados ante el desierto informativo que se aproximaba.
La escasez llegó a un punto cumbre cuando el equipo decidió utilizar el papel de reserva, ese que habían conservado como quien guarda agua en una sequía. Durante años, el almacén de la rotativa albergó torres altas de bobinas blancas que, ahora, en plena crisis, comenzaron a desaparecer. Cada edición impresa era producto de una decisión difícil: seguir imprimiendo con lo poco que quedaba, sabiendo que cada hoja usada acercaba el final.
Las páginas se fueron reduciendo, el tamaño también, y los colores se difuminaron. Fue entonces cuando, en una esquina discreta de la portada, comenzó a aparecer la frase “En Dios confiamos”. La propuesta vino de Daniel Trujillo, editor adjunto, y estaba inspirada en el lema impreso en los billetes de Estados Unidos: “In God We Trust”.
En medio de la escasez, el desgaste operativo y la presión, Daniel sugirió que esa frase podría convertirse en una declaración de resistencia. El equipo la adoptó como un mensaje cifrado. Porque si ya no quedaban garantías, aún podía sostenerse la esperanza. Y en los días más duros, la frase no hablaba solo de religión, sino que era un guiño de esperanza: Región seguía creyendo.
Aquellas palabras siguieron brillando al lado del precio del periódico. Era un grito de auxilio que se escuchaba en los kioskos que poco a poco iban vaciándose.
El papel se acabó. No quedaban reservas, no llegaban despachos.

Un día antes de imprimir el último ejemplar, la directiva reunió a todo el equipo y les informó que el papel que quedaba en reserva ya no alcanzaba. Hubo un silencio largo. Algunos bajaron la mirada, otros apretaron los dientes. Fue el momento de aceptar que no había vuelta atrás: Región Oriente publicaría su última edición al día siguiente.
Por la mente de Germán pasaron recuerdos, como una película antigua que se rebobina. Los viajes, las conversaciones en las aceras con pregoneros, las risas de la gente, el ajetreo, la estrategia… Su vida estuvo marcada por el olor a tinta y a papel.
Soltarlo, decía, era como arrancarse un pedazo de sí mismo. Sentía a Región como su familia. Por eso, no le sorprendió que, en los días posteriores al cierre, cada asistente, redactor, fotógrafo, editor, gerente o jefe estuviera a primera hora en las oficinas, en la calle Bompland de Cumaná, donde durante años funcionó la sede del diario.
Así fue durante meses.
Hasta que en junio de 2018, Luis Marcano Barrios, junto a su equipo, entregó las liquidaciones al personal. No como un adiós sino como un acto de gratitud.
Desde aquel momento, han pasado siete años.

Lo que parecía un punto y final dio inicio a una nueva historia. En 2021, Germán junto a su hija y su yerno fundaron Región Radio 101.3 FM, una emisora desde la que han vuelto a la labor. Allí se preserva —sin papel, pero con voz— el valor de lo que fue y será siempre: un espacio para escuchar e informar a la gente, al pueblo de oriente.

Esta historia fue producida en la cuarta cohorte del Programa de Formación para Periodistas de La Vida de Nos.
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Albany Romero
Estudiante del último año de comunicación social en la Universidad Católica Santa Rosa. Me interesa la narrativa periodística, la memoria colectiva y el rol de los medios en los procesos sociales.