Cuando en septiembre de 2018 salió de la cárcel, donde pasó casi cuatro meses acusada de traición a la patria y rebelión militar, Lisbeth Añez, se sentía como un barco a la deriva. Uno de sus abogados, como entregándole una brújula para que retomara el camino, le habló de alguien a quien podía ayudar. Esta es la historia de la mujer a la que jóvenes que protestaban en contra de Nicolás Maduro bautizaron como Mamá Lis.
Luego de años con malestares, hospitalizaciones y pasos por el quirófano, Ricardo Ramírez Requena —escritor, profesor y librero— recibió un diagnóstico: tenía la enfermedad de Cröhn, condición que se caracteriza por la inflamación crónica del tracto digestivo. La noticia lo llevó a escribir, en solitario, un poemario sobre la muerte y un diario sobre la enfermedad. Pero no fue hasta la llegada de su hijo cuando pudo resignificar su condición de salud.
Cuando supo que su segundo hijo venía en camino, María Gabriela Chalbaud entendió que debía hacer algo para generar ingresos, porque su sueldo como profesora universitaria ya no le alcanzaba. Fue así que, junto a su amiga Yanet Calderón, decidieron darle rienda suelta a un emprendimiento muy particular: se convertirían en hijas suplentes de muchos venezolanos que, al migrar, dejaron a sus padres y abuelos solos.
Camino al colegio, Gabriel Moncada, de entonces 11 años, se sorprendió al ver a varias personas sacando restos de comida de un basurero para comérselos. Era la Venezuela de 2016. A partir de entonces, comenzó a hacerse consciente del país en crisis en el que vivía. Y a dibujarlo, desde su genuina mirada personal.
Ailen Paternina tiene 11 años y vive con su familia en el barrio San Blas de Petare. Durante los primeros meses de la pandemia de covid-19, cuando extrañaba a alguien que le explicara las tareas, comenzó a asistir a Shekinah, la escuelita de tareas dirigidas que fundó su tía Andreína Díaz en el barrio a la que asisten unos 45 estudiantes.
Andreina Gómez vive con dos de sus cuatro hijos en una habitación anexa a la casa de sus padres en el barrio San Blas de Petare. Trabajó limpiando casas de familia en urbanizaciones del sureste de Caracas hasta que sus empleadores se fueron del país. Convencida de que sus hijos deben ir a la universidad, los manda a donde Marlice, una maestra que abrió unas tareas dirigidas allí en el barrio.
Edglis y Yuri fundaron una de las tantas tareas dirigidas que atiende a niños y adolescente en Petare. Queda en el barrio Antonio José de Sucre y le pusieron Semillas de Esperanza, porque confían en que los estudiantes que acuden allí son eso: seres que crecerán, como árboles, si se les brinda la atención debida.
Luego de ganar el 1er premio de un concurso literario auspiciado por Fundacomún, Juan Emilio Rodríguez logró que construyeran una nueva casa para su familia en Petare. Desde entonces él, que solo estudió hasta 6to grado, se ha dedicado a escribir, según dice, con la esperanza de ser recordado como alguien que intentó dejar una […]
Cuando le llegó la descarga hormonal típica de la adolescencia, Elio Guerrero supo que le gustaban los hombres. Prefirió ocultarlo porque sabía que su familia, conservadora como era, no lo aceptaría. Y tenía razón: cuando lo descubrieron, su madre lo llevó a varios centros religiosos con la esperanza de que “curaran” la homosexualidad de su hijo.
Montserrat Pérez, de 64 años, vive con 14 perros y 24 gatos que atiende con esmero. Hace 13 años se lanzó de un vehículo en el que intentaban secuestrarla, y sufrió múltiples fracturas en las piernas. Desde entonces camina con dificultad. Eso no le impide salir a diario, empujando un coche de bebé, a darle de comer a más animales de la calle.