Son presos políticos, nosotros también
La imagen de una puerta giratoria sirve para describir cómo el gobierno del presidente Nicolás Maduro lidia con la disidencia política en Venezuela. Es la que suele usar el director ejecutivo del Foro Penal Venezolano, Alfredo Romero, quien desarrolló ese concepto para hacer ver cómo, cada vez que liberan a grupos de detenidos, encarcelan a una cantidad superior. Es lo que ocurrió en 2016. La puerta giró y, ciertamente, salieron en libertad 43 personas consideradas como presos políticos por esta organización no gubernamental. Pero pusieron tras las rejas a 55. Y el total de arrestos fue de 2.732 por motivos que fueron desde el ejercicio de la protesta en convocatorias antigubernamentales hasta publicaciones contra algún funcionario público en la red social Twitter.
Unos entran, otros salen, y esa puerta no ha dejado de girar desde abril de 2002, cuando Hugo Chávez todavía regía los destinos de la Nación. Entonces comenzó a hablarse de los presos políticos. Luego, la puerta no solo no dejó de girar sino que, desde que Maduro asumió el poder, ha incrementado su movimiento de forma exponencial. En el año 2013, año en que asumió la presidencia, el Foro Penal contabilizaba 13 presos políticos, número que escaló a 310 en 2014.
Gira tanto que, en 2017, se hablaba de un promedio de 100 presos políticos nuevos cada mes. Solo en abril de 2017, arrestaron a 1.668 personas y, de ellas, 68 pasaron a engrosar la lista de presos políticos. ¿Qué determina tal calificativo? Las intenciones que existen detrás de la detención, las cuales, para el Foro Penal, son tres: neutralizar a líderes específicos que son considerados una amenaza política, intimidar a los grupos de los cuales el detenido forma parte (estudiantes, militares y activistas, entre otros) y sustentar narrativas del poder o hacer propaganda como las de la “guerra económica” o el “desacato” de los diputados de la Asamblea Nacional.
Con esa lógica, de acuerdo al reporte del Foro Penal de julio de 2018, hay 248 presos políticos en distintas cárceles de Venezuela o en arresto domiciliario, de los cuales algunos líderes de la oposición venezolana son solo la parte más visible.
Ninguna de las historias de nuestra serie “Son presos políticos, nosotros también” tiene como protagonistas a figuras conocidas. Se trata, en su mayoría, de ciudadanos comunes y corrientes: un cajero de un banco, un joven bachiller, una repostera, un administrador y una cosmetóloga. Completan el abanico un militar, un dirigente estudiantil —también diputado suplente a la Asamblea Nacional— y un cabo de la extinta Policía Metropolitana. Son sus historias, pero también las de una madre, un padre, una hermana, un hijo, una esposa, un tío, una amiga, ciudadanos más comunes y corrientes todavía, lo cual revela que la condición de presos políticos arrastra también a sus familias y a quienes están en su entorno más cercano.
Con esta serie, La vida de nos quiso contar cómo les cambió a estas personas y cómo han tratado de entenderse con un sistema de justicia cuyas reglas no parecen ser las mismas para todos.
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La Vida de Nos
Organización dedicada a fomentar la memoria y la identidad a través del arte de contar historias que ayudan a comprender la Venezuela de hoy.