
Retratar la estela que deja la ausencia
Desde un tono intimista y melancólico, esta historia fotográfica de María Andrea Gómez escarba entre las imágenes para, a través del duelo que transita su abuelo, tratar de contarnos lo que deja una experiencia tan intensa como la muerte de una esposa, luego 60 años de compañía.
FOTOGRAFÍAS: MARÍA ANDREA GÓMEZ
Mi abuelo conoció a su esposa en la adolescencia y hoy vive en una casa vacía.

La muerte a veces se siente como algo pasajero, como si luego vamos a tener la oportunidad de ver, abrazar, escuchar…
Pensamos en lo perdido como algo que nos espera.
Como si no se hubiese ido del todo.
Y cuando vemos hacia atrás, solo queda la foto.
Queda el espacio que fue de.
La silla, la casa que siempre fue y será de ellos.
¿Cómo se vive después de compartir más de 60 años con el amor de tu vida?
Esa respuesta la sigue buscando en sus manos.
Esas que hoy tocan lo que alguna vez ella tocó.


Luis, mi abuelo, un hombre de 90 años, honorable, trabajador, familiar y oriental, vive solo en la casa que alguna vez fue de dos.
Los días son distintos. Las flores casi se marchitan, ya no hay matas de mango ni quien haga las mejores manducas del mundo.


¿Cuánto tiempo toma acostumbrarse a restar?
¿Cuánto tiempo toma hacer una sola taza de café?
A mi abuelo solo le queda recordar.
Cada reunión familiar donde estaba ella. Mi abuela, la luz y vida de esta casa, a quien extraña tanto como a toda su familia.
En diciembre faltaban sillas, donde hoy sobran.

¿Con qué objetos nos quedamos?
Mi abuelo guarda en su mesa de noche un cofre con los accesorios que ella usaba, entre ellos un botón de la bandera de Venezuela.
Porque si algo los unía era el amor a este país.

¿Podemos imaginarnos la respiración de alguien?
La costumbre de su presencia.
Las siestas juntos.
Todo eso que ya no está pero que, de alguna manera, sigue latiendo en este rincón de la casa.
Mi abuelo pasa ahora sus noches solo.



La ausencia es, muchas veces, sinónimo de oscuridad.
Pero no todo es negro. Queda la ilusión y la nostalgia de un amor vivido, de una familia creada, de la luz en su mirada cuando él la piensa.
Mi abuelo siempre cuenta el momento exacto en que vio a Mélida por primera vez, cuando ella tenía 12 años.
Estoy segura que la mirada que yo veo en sus ojos es la misma que él tuvo cuando la conoció.

No tengo la respuesta exacta de cómo se vive después del luto.
Con la partida de mi abuela, sé que hay cosas incompletas dentro de él.
Sé también que ella dejó un vacío en todos los que la amamos.
Sé también que todos nosotros quedamos entre la luz y la oscuridad.
Y que fue ella siempre la que iluminó este hogar.
Hacer este registro visual me recordó lo frágil que es la vida, y que no importa cuánto tiempo pase, ella siempre hará falta.

Esta historia fue producida en el curso Los relatos de la imagen. ¿Cómo contar historias a través de la fotografía?, dictado por la fotógrafa Martha Viaña y organizado por La Vida de Nos.
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María Andrea Gómez
Soy licenciada en comunicación social, mención audiovisual y fotógrafa.