El secreto de Tamara
Luego de que su mejor amiga le presentara Wattpad, la red social en la que jóvenes escritores dan a conocer sus obras ante una comunidad virtual, Pilar dejó a un lado sus miedos y comenzó a publicar fragmentos de una saga de ficción basada en su propia vida. Para ella, una adolescente de 15 años, el ejercicio de narrar ha sido liberador: la escritura se ha convertido en una forma de aislarse del mundo que la rodea y crear uno distinto.
Fotografías: Becky Plaza
— ¿Qué haces?
La voz de Andrea sacó a Pilar de la abstracción. Solía sumergirse, por largas horas, en la escritura de canciones, poemas y cuentos cortos sobre historias fantásticas en el Cuaderno de Pooh, una vieja libreta que casi siempre llevaba en su mochila. Lo hacía a escondidas. Quizá era su manera de aislarse del caos del país: era abril de 2017 y las protestas antigubernamentales que colmaban las calles caraqueñas apenas le permitían ir a clases. Tal vez también recurría a las letras (y a la música) como un refugio ante su propia realidad, así que aquella tarde estaba agregando nuevos elementos a la narración de los Jedini —su mitología—, sentada en un banquito del patio del liceo. Fue entonces cuando su mejor amiga la descubrió in fraganti.
Pilar cerró de golpe la libreta antes de contestarle a su pregunta de qué hacía.
—Garabateando sobre algo que me gustaría escribir.
—¿Puedo verlo?
Resignada, Pilar le mostró sus notas y le explicó que pretendía escribir un libro de fantasía, basado en la historia de una chica abandonada por sus padres en un mundo mágico. Su nombre sería Miranda y tendría poderes sobrenaturales.
Andrea les dio un vistazo a aquellas páginas y, emocionada, expresó:
—¡Esto tienes que publicarlo, está muy interesante!
—¿Estás loca? No puedo hacerlo, me falta mucho aún para comenzar a escribir esa novela.
Ese viernes, Andrea esperaba en uno de los pupitres del salón a que Pilar terminará su clase de música. Las líneas que acababa de leer la habían dejado inquieta, y en un impulso, tomó el celular del bolso de su amiga para instalarle Wattpad. Le creó un usuario en esa plataforma que les permite, a quienes les interesa la escritura, ir publicando sus historias, que son leídas por los miembros de la comunidad virtual. Después de una hora oyendo la flauta transversa de fondo, Andrea se fue. Pero antes de marcharse le envió un mensaje a su amiga con el usuario y la clave de su perfil en la recién instalada red social. Y agregó una frase, rotunda, para animarla a sacar el relato del cascarón:
“Deja que los demás decidan si vale la pena leerte”.
El temor a escribir cosas de las que luego se arrepentiría frenaba el deseo de Pilar de publicar. El qué pensaría su familia, profundamente católica, sobre lo que deseaba escribir, así como el miedo a equivocarse en el uso del lenguaje, ahogaban su impulso.
Pero llevaba dos semanas y mucho tiempo a solas encerrada en casa. Durante esa época, las manifestaciones opositoras habían alcanzado las calles de su Baruta natal, donde vive, y ya no podía ir a clases. Dubitativa, exploró Wattpad. Revisó historias de otros jóvenes con aspiraciones literarias. Se paseó por los diferentes enlaces de la aplicación para determinar cómo funcionaba. Encontró relatos de magia, cuyos autores tenían mentes volátiles. Ponderó el impacto que tenían entre los wattpader, como se llaman los lectores que interactúan en esa comunidad, e identificó similitudes y diferencias con su historia.
Fue entonces cuando el gusano de la curiosidad la picó. ¿En verdad, sería ella capaz de escribir su historia allí? Entonces la W naranja, característica de Wattpad, alumbró como el letrero de una vía tangente para escapar del bululú. Un camino que tomó, ahora sin vacilar.
Se animó a escribir El secreto del infierno, que cuenta la historia de Tamara, una adolescente incapaz de recordar su pasado a plenitud, y que se encuentra encerrada en un mundo paralelo. Estaba aprisionada allí, porque ella era el resultado del prohibido romance entre su padre, un Jedini, y su madre, una humana. Pudo tener una vida normal de no haber nacido con el cabello platinado y con la marca en su cuello que la delataban como una semidiosa, y la hacían correr un constante peligro. Sus padres, en su afán de protegerla, sacrificaron su deseo de tenerla con ellos. Se sacrificaron por su bienestar.
Hoy, la historia de Pilar crece poco a poco en contenido y seguidores.
—Cuando comencé a escribir, Miranda, como la llamaba en esa época, no estaba envuelta en tantos misterios, ni tenía tantos sentimientos encontrados. Era muy ingenua. Con el tiempo, se convirtió en alguien con un carácter más fuerte, con muchas incertidumbres y bastante rebelde. Entonces decidí que se llamaría Tamara. Sonará de gente loca, pero es como si ella poseyera vida propia, y se me estuviera revelando.
La mutación en Tamara no es un hecho casual. Cuando Pilar comenzó a perfilar el texto, estaba encaprichada con la saga Crepúsculos, que comenzó a leer cuando tenía 11 años. De modo que su Miranda se parecía más a la Bella, de Stephanie Meyer, que a su Tamara, que perfila ahora a los 15, después de que Edgard Allan Poe entrara en su vida y le diera una nueva perspectiva. Poe y la inconsciente necesidad de Pilar de sanar sus propias heridas, porque la historia no está aislada de la suya: hay, en esa narrativa de no ficción, gruesos trazos autobiográficos.
Fue una noche lluviosa de septiembre del 2002, cuando Pedro, el padre de Pilar, tuvo conciencia por primera vez de la bruma que envolvía su vida. Su alrededor estaba infectado por un moho que se había extendido por todos los rincones de la casa y que había corroído todo lo que él amaba, menos a esa muñeca de piel rosada, cabellos de trigo y apetito voraz a la que alimentaba acunada entre sus brazos. Pilar embellecía tanta fealdad. ¿Pero por cuánto tiempo?
El deber embistió con tal fuerza a Pedro, que no se dio tiempo para las mediaciones con su mujer. Tomó las escasas pertenencias de la pequeña y la abrigó entre sabanas tibias para protegerla del frío que enfrentarían. Caminó en trance hasta la casa de su hermano en otra zona de Baruta, en Caracas, le tocó la puerta y le entregó la niña a su cuñada. Ella podría proveerle de lo que él y su mujer no: estabilidad emocional. Quizás fue la mirada libre de malicia de la bebé, o la dulzura de su olor, lo que impulsó a Pedro a hacer eso. Amar también es saber cuándo renunciar.
Quince años después, al ver a su hija convertida en una nota disonante en medio de una comunidad cruzada por el embarazo precoz y la violencia, Pedro siente que su decisión fue certera. Su niña, la de los cabellos de trigo, se ha convertido en una culta y talentosa jovencita dedicada a sus estudios y su música. Su cuñada, quien asumió la crianza de Pilar, le procuró buenos colegios, le enseñó valores y la acogió en el seno de su familia como una más de sus hijos.
Aceptar a Pilar en su regazo no les costó a sus tíos. El problema durante estos 15 años ha sido que viven con el miedo de que su mamá biológica se la lleve, por la preeminencia que le confieren las leyes venezolanas a ese vínculo primario. Tiene a su favor, sin embargo, que bajo su techo también vive su papá biológico y que no se han negado a recibir a la madre que la trajo al mundo. Por eso han sido más estrictos con Pilar que con el resto de sus hijos, aunque para ella está claro quién es su mamá mamá, como llama a quien la crió.
Quizá por haber crecido al fragor de ese conflicto, del cual es plenamente consciente, es que ella se ha convertido en una solitaria joven que busca refugio en la música, la literatura y la labor social. Así escapa a su mundo paralelo.
Pilar forma parte de Las hijas de María, una fundación católica que lleva años prestando ayuda a los más necesitados de su comunidad. Eso le ha permitido conocer que su vocación profesional está relacionada con ayudar a que otros tengan una mejor calidad de vida. Pero no con paños tibios: quiere darle herramientas a las personas para que aprendan a conducir su vida con éxito mediante la sanación de la mente. Psiquiatría o psicología son los títulos universitarios que sueña obtener.
Y mientras llega el momento, sigue escribiendo.
Construir una saga es un proyecto ambicioso para cualquier escritor, más para quien apenas arranca su carrera, y Pilar lo sabe. Reconoce que carece de técnicas narrativas que le permitan plasmar su historia, y por eso no le gusta que la tilden de escritora. Se imagina que dentro de unos años, cuando su prosa sea mejor, le “sangrarán los ojos” al leer lo que ha escrito hasta hoy. Sin embargo, aparta los miedos y sigue haciendo crecer su historia poco a poco.
El secreto del infierno es la primera entrega de la saga, y pretende revelar el pasado de la vida de Támara. El personaje tiene un tutor que le ha repetido cientos de veces la historia de sus papás, pero ella tiene unos sueños recurrentes sobre su pasado que cree destellos de la memoria. En ellos la historia no es tan dulce como se la cuentan. Su subconsciente sabe que es una media verdad o, lo que es igual, una media mentira. Ella sabe que es un intento de su tutor por protegerla de un brusco rompimiento.
Su amiga Andrea tardó solo una semana en hacer viral la historia de los Jedini entre sus compañeros de clases. Desde entonces, ellos acompañan fielmente a Tamara en sus devenires por conseguir la verdad y su libertad. La escritura de la historia va más lenta de lo que Pilar quisiera, porque su celular se le dañó, así que ahora depende del apoyo de sus amigos para avanzar. En su cuaderno, sin embargo, el relato lleva muchos capítulos, cargados de giros inesperados con los que pretende mantener atrapados a sus lectores.
Hace un año no se imaginaba escribiendo su historia. Hoy planea inscribirse en los premios Watty 2018 para seguir ganando lectores, publicidad y la publicación de su saga.
Escribir se le convirtió en un ejercicio liberador y enriquecedor, pero no se imagina viviendo de la literatura en un país como Venezuela. A pesar de estar andando sobre las sendas de las letras, no lo siente como su camino definitivo. Insiste en querer ayudar a la gente de una forma más profunda, sin darse cuenta del poder salvador que tienen los libros en la vida de las personas. Su vida, aunque ella no lo sepa, es un ejemplo de ello.
Historia elaborada en el XII Seminario de Periodismo Narrativo “El pulso y alma de la crónica”, de Cigarrera Bigott, en 2018.
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Becky Plaza
Caraqueña. Archivólogo de profesión, artesana de letras de vocación. Leo para sobrevivir a la realidad, y escribo porque claudico ante ella.
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