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El niño pregunta hasta cuándo será esto

Ago 04, 2019

Luego de terminar su relación con Diana Stella, Alejandro Guevara solía buscar al hijo que tuvo con ella para que pasara tiempo con él. Así lo hizo un día de marzo de 2017, pero esta vez no lo llevó de vuelta. Desde entonces inició una disputa legal en la que él, valiéndose de su condición de militar y de sus amistades en los tribunales, ha intentado quedarse con la custodia del niño.

Ilustraciones: Shari Avendaño

 

—¡Me lo quitó, me lo quitó!

Diana llamó por teléfono a Andrés, su vecino abogado, y apenas este la atendió, ella comenzó a dar gritos de angustia tratando de explicarle lo que acababa de suceder.

—¡Me quitaron a mi hijo! ¡Me quitaron a mi hijo!

Minutos antes, un hombre a quien ella jamás había visto tocó el timbre de su casa.

—Esto es para ti —le dijo él apenas abrió la puerta.

—Disculpe, señor, ¿a quién busca?

—El militar que me trajo me dijo que usted es la única que vive en el piso 2 — respondió el sujeto, que se identificó como alguacil de los tribunales de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes.

Le entregó a Diana un documento en el que a primera vista pudo leer su nombre, su número de cédula y las palabras: “Medida anticipada de custodia”. Entendió, de inmediato, lo que eso significaba: su hijo no regresaría pronto con ella.

Fue entonces cuando corrió a marcarle a su vecino abogado.

Diana, de 43 años de edad, mantuvo un largo noviazgo con Alejandro, un militar que se desempeñaba como general de brigada de la Fuerza Aérea y comandante del Grupo Aéreo Presidencial Nro 4. Como él estaba casado y vivía con su esposa, la de ellos fue una relación inestable e informal. Y aunque Diana no se sentía cómoda con la situación, dado el cariño especial con que él la trataba, ella lo consideraba un buen hombre.

Más de una vez, sin embargo, rompieron el vínculo y cada quien pretendió seguir su vida. Fue en uno de esos vaivenes que Diana tuvo una hija de otra relación que al cabo de unos meses terminó. Alejandro nunca se alejó por completo. Y cuando la supo de nuevo sin compromisos, renació el romance y quedó embarazada.

El bebé nació y Alejandro intentó presentarlo solo con sus apellidos. Sin el de Diana.

—Fue un error —le explicó él en aquel momento.

A ella no le pareció grave.

Los dos niños, con una diferencia de un año y medio, crecían bajo el cuidado de Diana. La esposa de Alejandro aceptó, sin aspavientos, al hijo nacido fuera del matrimonio. El hombre, siempre sumergido en intensas jornadas de trabajo, visitaba al pequeño algunos días a la semana. Así fueron pasando los años.

—Nosotros no somos una familia de verdad. Mi papá no está aquí y es Navidad —exclamó el niño, ya de 8 años, durante una cena navideña en diciembre de 2016.

—Ya te he explicado que nosotros somos una familia pequeña —le contestó Diana—. Somos tu hermana, tú y yo.

Sí, pero cuando mi papá viene, te besa y duerme contigo; y cuando va a su casa, también besa a la esposa y duerme con ella.

Aquellas palabras paralizaron a Diana. “Las cosas no pueden continuar así”, pensó. A los días volvió a conversarlo con Alejandro: le pidió que se quedara con ellos. Pero él se negó, una vez más, a dejar su matrimonio.

Y terminaron definitivamente la relación.

Alejandro, desde entonces, comenzó a buscar a su hijo para llevárselo para que pasara tiempo con él. Así lo hizo un día de marzo de 2017. Pero esa vez algo cambió: el padre evadía retornar al niño a casa. “No te lo voy a llevar hoy porque mañana voy a sacarle la cédula”, “no te lo llevaré hoy porque voy a actualizarle los papeles del Instituto de Previsión Social de las Fuerzas Armadas”, le decía. “El martes estoy allí, a la 1:00 de la tarde”, le respondió ante la insistencia de la mujer.

Ese martes, a la 1:00 de la tarde, cuando sonó el timbre de la casa y un hombre le entregó aquel papel que decía “medida anticipada de custodia”, recordó aquella respuesta.

Eso suponía que el padre tendría de forma provisional la custodia del niño. Diana solo podría verlo en visitas supervisadas mientras en un juicio se decidía quién lo tendría de modo permanente. Alejandro solicitó ese recurso en los tribunales alegando que Diana tenía problemas mentales. Para darle sustento a su argumento, presentó un informe médico —que no contaba ni con el sello ni con la firma de un especialista— que, según decía, había sido emitido por el Hospital Militar Dr. Carlos Arvelo. El documento describía que a Diana la habían hospitalizado luego de ingerir pastillas para provocarse la muerte.

Acompañada de su hermana y de Andrés, su vecino abogado, ella fue a los tribunales. Allí les informaron que la primera audiencia en la que podría defenderse sería en un mes. Mientras llegaba ese momento, Diana acudió al hospital militar. Su defensora pública obtuvo allí un memorándum con número de folio, firmado por el director del centro médico, en el que se comprobaba que allí no había ninguna historia médica de ella. Y lo llevaron a los tribunales de Protección al Niño y al Adolescente (Lopnna). Pensó que esa prueba era suficiente para que quedara anulada la acusación de Alejandro. Pero días después, el hombre y su defensa introdujeron otro documento, también firmado por el director del hospital, en el que se ratificaba la supuesta historia médica, aunque sin número de expediente.

La juez asignada al caso solo aceptó este segundo informe.

Diana podría ver a su hijo una vez a la semana dentro de una sala fría en el Circuito Judicial mientras corría el proceso de mediación. Un día de julio de 2017, mientras jugaba con su mamá, el pequeño se acercó hacia las dos extrañas que lo vigilaban.

—Señoras, ¿ustedes saben hasta cuándo será esto? —les preguntó—. Yo quiero irme con mi mamá, ya lo he dicho antes.

—Eso debe resolverse con el tribunal.

Al salir, le hizo la misma pregunta a su padre: “¿Hasta cuándo es esto?, ¿hasta cuándo es esto?, ¿hasta cuándo es esto?”. Y al llegar a casa se puso violento: golpeó un vidrio y lo partió. Es lo que dice en el expediente del caso, recogiendo el testimonio de la madre. Se habían pautado muchas visitas, pero el militar solo lo llevó a cuatro. Y desde aquella vez en la que su hijo se alteró, no volvió a hacerlo. Luego el tribunal suspendió los encuentros porque el papá presentó un informe psicológico que decía que el niño, después de ver a su madre, quedaba muy afectado.

 

La abogada que le asignó la defensoría a Diana fue clara:

—Tienes que buscar a un abogado privado. Me pidieron que me cruzara de brazos.

—¿Por qué no puede continuar, doctora?

—Conmigo, sin poder hacer nada, no vas a ganar el caso y no recuperarás a tu hijo.

El litigio fue abierto por la defensora de Alejandro en el Tribunal 12. Desde entonces, esta no ha querido desprenderse del expediente pese a que la ascendieron a directora del tribunal de la Lopnna y no es legal que continúe frente a algún caso.

Alguaciles y demás trabajadores del Circuito Judicial de Protección al Niño y Adolescente le han comentado a Diana que la presidenta de ese organismo es muy amiga de Alejandro. Una vez, ella vio el vehículo de su expareja estacionado en el puesto asignado a la funcionaria. Otra vez, en abril de 2017, fue a la oficina de la juez del caso y encontró a Alejandro allí, lo cual es ilegal por el proceso que estaba en curso. Ella cree que se pusieron nerviosos cuando los vio. La juez la hizo pasar también.

—Esta es una visita sorpresa. Ellos vinieron y aproveché para realizar la entrevista al pequeño —se justificó.

Andrés, el vecino de Diana, asumió su defensa y señaló en el expediente esas irregularidades y el posible abuso de poder. Esto les valió una demanda por difamación agravada ante tribunales penales. Alejandro presentó como testigos de su escrito a una jueza y a su defensora, quien, aunque estaba involucrada, fue aceptada por la juez. La primera audiencia ante esos tribunales penales, prevista para el 8 de julio de 2019, fue pospuesta, y en la segunda, a la que acudió la defensora de Alejandro, Diana denunció que había sido amenazada de cárcel por ella.

—Si Alejandro cree que me está haciendo un daño a mí, está muy equivocado —dice Diana, luego de dos años y cuatro meses sin ver a su hijo.

Lo extraña. Lo extraña mucho.

Siente que todo fue planificado. Que por eso Alejandro intentó presentar al niño solo con sus dos apellidos. Que quiere quedarse con él porque su esposa nunca pudo concebir. Le han comentado que dicen que ahora su hogar está en armonía.

Sin dejar de repasar cada hoja del expediente, dice que su hija mayor le ha escrito muchas cartas a su hermano: unas cartas que espera darle algún día. Y dice que a su hijo lo han ignorado. “Quiere estar conmigo y lo ha dicho en las entrevistas”.

En un informe del caso están registradas estas palabras:

Quiero que mi papá entienda que los amo a los dos pero quiero regresar con mi mamá.

 

Esta historia se basó, principalmente, en lo contenido en el expediente del caso.

 

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A los 10 años la grabadora vinotinto de mi papá me marcó: sería periodista. Hago preguntas por todo desde entonces. Contar historias me mueve y desde 2012 lo he logrado cumplir en medios digitales e impresos, a través de letras e imágenes. Si no está escrito, no pasó.

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