En la casa donde vivió hasta sus 20 años el poeta cumanés José Antonio Ramos Sucre fue inaugurado, en 1983, un centro cultural que se convirtió en un punto de encuentro de amantes del arte.
Esta historia transcurre en una de las llamadas “zonas de paz”: lugares en los que la policía no puede entrar a cambio de que las bandas delictivas que allí operan no cometan crímenes.