Durante el paro petrolero de 2002, José Gregorio Araujo inauguró un pequeño restaurant familiar de comida italiana en Sabanetas, un pueblo montañoso a las afueras de la ciudad de Trujillo, en Los Andes venezolanos. Luego de 18 años, el negocio tuvo que reinventarse para poder seguir a flote.
Carlos tenía 10 años cuando, una noche de luna llena, decidió que su destino sería uno distinto al que parecía tener predestinado: ir al colegio en lugar de aprender a trabajar la tierra. Sucedió hace más de 50 años. Y todavía recuerda, nítidamente, ese momento que determinó su futuro.