En la Casa de Madera de El Peñón, atendiendo pacientes con enfermedades mentales, mientras cursaba el postgrado en psiquiatría, Erika Flores se sentía afortunada porque aprendía mucho sobre la condición humana. Y eso ya era así antes de que un paciente esquizofrénico le ofreciera fortuna. No dejó de pensar en él, ni en ese momento, ni ahora, casi 15 años después.