Apenas unos vestigios de la casa donde vivió
Aunque sabía que podían atentar en su contra, Alexis Guerra no titubeaba al alzar su voz ante la inseguridad que azotaba a Cariaco, el pueblo del estado Sucre donde vivía. Un domingo de agosto de 2016, luego de una reunión en la que volvió a denunciar que había complicidad policial en los crímenes que ocurrían allí, unos delincuentes llegaron a su parcela.
Fotografías: Félix R. Bejarano
Alexis Simón Guerra Luna llevaba más de 10 años viviendo en su parcela. A cinco kilómetros al norte de Cariaco, el suyo era un fundo próspero en el que producía, bajo la sombra de árboles de naranja y guayaba, mucha caña de azúcar y criaba gallinas ponedoras. La finca estaba dentro del sistema de riego, un área agrícola de 750 hectáreas de tierras niveladas en cuyo subsuelo había un moderno engranaje de tuberías para la aspersión que, por años, se consideró uno de los sistemas de riego más importantes de Latinoamérica.
Guerra era muy conocido en Cariaco porque formaba parte de la asociación de cañicultores, que agrupaba a quienes se dedicaban a cultivar ese rubro en los municipios aledaños. Para radicarse en su parcela, levantó una casa de 8 metros de ancho por 4 de profundidad. Tenía tres espacios: uno para el dormitorio, otro para la cocina y comedor, y uno más que acondicionó como baño. El techo era de losacero, reforzado con una capa de 10 centímetros de concreto. Las ventanas estaban resguardadas por rejas de hierro. Pero nada había evitado que fuera víctima de robos. Siempre con el mismo modus operandi: cuando salía, los delincuentes que pululaban por la zona entraban y se iban cargando lo que tanto trabajo le había costado: desde animales hasta herramientas.
Ya estaba harto.
El 14 de agosto de 2016 salió, como acostumbraba cada domingo, al quiosco de Tico, en la calle Bermúdez de Cariaco, a comprar los diarios y semanarios que leería durante el día. Saludó a quienes se encontró ahí y se detuvo a conversar con ellos. Después se fue hasta el mercado a comprar comida para la semana, y más tarde a la reunión que tenía pautada con un periodista de la zona: denunció una vez más la inseguridad desmedida; el desvío de millones de bolívares por parte de la empresa que había recibido un contrato para el mejoramiento de los canales de riego, y lo que significaría que los cañicultores perdieran su cosecha si, como se comentaba, la central azucarera no iba a poder procesar la zafra.
Luego de esa larga entrevista volvió a su casa. A eso de las 3:00 de la tarde, se dispuso a ver por televisión, junto a su esposa, la jornada del día de los juegos olímpicos que se desarrollaban en Río de Janeiro, Brasil.
Fue entonces cuando su perro comenzó a ladrar.
Alexis se levantó de la cama para mirar por la ventana. Se encontró frente a un hombre que tenía la cara cubierta con una capucha y lo apuntaba con una escopeta.
—¡Abre la puerta —le gritó.
El hombre no estaba solo. Otros seis rodeaban la casa. A Alexis le parecieron todos muy jóvenes. No debían llegar a los 25 años.
—Calma, no se alteren —les pidió Alexis. Yo coopero. Llévense todo lo que quieran.
Uno de los asaltantes tomó por un brazo a la esposa de Alexis, que se encontraba en el baño, y sin dejar de gritarle groserías, la arrastró hacia el lado derecho de la casa donde estaba estacionada una camioneta.
A Alexis lo dejaron adentro.
Como el perro seguía ladrando, uno de los hombres, alterado, le disparó matándolo instantáneamente.
Desde donde se encontraba, la mujer escuchó un segundo disparo.
Cariaco, capital del municipio Ribero del estado Sucre, ya no era el mismo pueblo apacible y cálido que alguna vez fue. Sus cuadras lucían vacías; eran muchos los que se habían ido de allí.
Todo comenzó con una noticia que se conoció la mañana del viernes 26 de julio de 2013: dos personas habían aparecido asesinadas en el interior de una vivienda en el sector Palosanal. Horas después se supo que las víctimas eran Gustavo Rafael Guillén Rodríguez, de 42 años, y su hijo, Gustavo Rafael Guillén González, de 10, quien recién había culminado el 5to grado en la Escuela Bolivariana Valentín Valiente de la localidad. Fue un crimen brutal: al niño le cortaron los tendones de ambos pies, le amordazaron la boca con cinta adhesiva y, como al padre, le golpearon la cabeza con un objeto contundente.
El hecho pareció estremecer las calles como un movimiento telúrico, como esos que cada tanto mueven a Cariaco.
“¿Cómo es posible que aquí esté ocurriendo esto?”, se preguntaban muchos vecinos consternados. Alexis Guerra era uno de ellos.
Esa misma pregunta se la volvieron a hacer dos días después, el domingo 28 de julio, cuando en una finca cercana a la de Alexis, fue encontrado el cadáver de un hombre en estado de descomposición. Después se supo que ese cuerpo pertenecía al cuidador del lugar.
Fue entonces cuando tantos vecinos hicieron sus maletas y comenzaron a abandonar el pueblo. Algunos incluso dejaron sus tierras abandonadas y se marcharon, temerosos de correr con la misma suerte de esas víctimas. Aunque se comentaba que el presunto responsable de los crímenes era un hombre apodado “El trinitario”, quien tenía un terreno por la zona, nadie hacía nada.
La delincuencia se hizo cotidiana. Atracos, atracos y más atracos. Tantos, que se volvieron hechos frecuentes. Todo indicaba que eran muchos delincuentes organizados en una banda. Una vez volvieron a sorprenderse por su ensañamiento y crueldad: sometieron a un anciano y le extrajeron un diente de oro con un alicate.
Todos estaban aterrados. La Cámara de Comercio convocó una reunión en la sala de sesiones del Concejo Municipal de Ribero, para tratar de encontrarle una solución a la inseguridad que los azotaba. A la cita, llevada a cabo el sábado 22 de agosto de 2015, acudió el alcalde, Ángel Ortiz, así como funcionarios del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional, la Guardia Nacional, la Policía del estado Sucre, algunos concejales, productores, comerciantes y líderes sociales.
Alexis Guerra, indignado, alzó su voz:
—Me cansé de denunciar los robos ante la policía y el Sebin. Las denuncias no llegan a nada. He sido robado siete veces consecutivas en mi parcela y no he conseguido ayuda. Por ahí anda una banda que roba transformadores y tendidos eléctricos. La gente se abstiene de denunciar porque hay complicidad con policías.
Los asistentes apoyaron sus palabras, mientras que las autoridades presentes tomaban apuntes. Un oficial de la Guardia Nacional dio su número de teléfono para recibir de manera directa las denuncias. Pero nada cambió: los delincuentes seguían actuando a sus anchas y amenazando a quien se atreviera a denunciarlos. Como hacían con Alexis Guerra.
Dada la insistencia suya, y de los directivos del Consejo Campesino de Cerezal, el martes 19 de julio de 2016 se llevó a cabo otra reunión para tratar el tema de la inseguridad. Esta vez en la sede del Ministerio de Agricultura y Tierras, en la carretera troncal 09, muy cerca de Cariaco. A Alexis lo acompañaron otros productores angustiados y preocupados por el robo y desmantelamiento de las viviendas.
Hasta allí llegaron, nuevamente, representantes del Sebin, como también del Centro de Coordinación Policial Andrés Eloy Blanco, la Guardia Nacional Bolivariana, la Unidad de Productores Agrícolas del Sistema y el Consejo Campesino que agrupa a varios productores.
Alexis Guerra fue tajante:
—Sé que lo que voy a decir aquí puede provocar mi muerte, pero la banda que nos está atacando está integrada por sujetos conocidos por los parceleros. Son hombres jóvenes de la misma comunidad y otros residenciados en la población de Campoma, a las afueras de Cariaco.
Se plantearon entonces posibles soluciones: dijeron que pondrían puntos de control de la Guardia Nacional en las vías que conectan a Cariaco con Campoma, Palosanal y Casanay, todas comunidades vecinas.
Aquella reunión fue un mes y cinco días antes de aquella tarde del 14 agosto en la que allanaron su casa.
Luego de que sonara el segundo disparo, los delincuentes creyeron escuchar que alguien se acercaba, por lo que huyeron hacia el monte que rodeaba la vivienda.
La esposa de Alexis, desesperada, corrió hacia el interior de la casa y lo encontró herido en el abdomen.
—Sal a la carretera y pide ayuda —le dijo él.
Ella obedeció: salió corriendo a la vía principal hasta llegar a una cauchera. Allí, la llevaron en moto a la casa en la que se encontraban la hija de Alexis, María Guerra, y su esposo, Pablo Velázquez. Rápidamente fueron hasta la parcela y llevaron a Alexis a la emergencia del Centro Asistencial Diego Carbonell. Pero como estaba muy grave, de allí lo llevaron al Hospital Santos Aníbal Dominicci, en Carúpano, a unos 50 kilómetros de Cariaco.
El médico de guardia que lo recibió determinó que los perdigones que había recibido Alexis habían dañado las vértebras de su columna, el bazo y el riñón. Ese hospital no contaba con los insumos para atenderlo como requería, así que lo trasladaron hasta el Hospital Antonio Patricio de Alcalá, en Cumaná, a unos 140 kilómetros de Carúpano.
Mientras Alexis estaba allí, dos de sus hijos, con otras personas del pueblo, regresaron hasta la parcela: encontraron a los asaltantes dentro de la vivienda intentando cargar con objetos. Los vieron salir corriendo hacia el monte.
Al día siguiente del ataque y exigiendo justicia, los productores, enardecidos, atravesaron sus maquinarias agrícolas en la carretera Troncal 09, en el puente sobre el río Carinicuao, muy cerca de Cariaco.
Diez días después, a las 7:00 de la mañana del miércoles 24 de agosto de 2016, Alexis falleció.
Faltaba exactamente un mes para que cumpliera 65 años.
Han pasado tres años y queda muy poco del fundo de Alexis. Apenas unos vestigios de la casa donde vivió una década. Y silencio: no hay galpones con el sonido de las gallinas ponedoras; desapareció la caña de azúcar y las matas de naranja apenas sobresalen del monte que las rodea.
El sistema de riego de Cariaco es una estampa de la devastación. Las cuatro estaciones de bombeo de agua están completamente destrozadas. Pero ninguno de los productores que quedan allí olvida a Alexis. El año pasado, en un galpón que sirve como espacio para el empaquetado de la poca azúcar que se produce, le hicieron un homenaje.
En la entrada colgaron una pancarta que dice: Centro de Empaquetado Alexis Guerra.
Esta historia fue producida dentro del programa La vida de nos Itinerante, que se desarrolla a partir de talleres de narración de historias reales para periodistas, activistas de Derechos Humanos y fotógrafos de 16 estados de Venezuela.
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Félix R. Bejarano
Promotor Cultural, investigador de la historia local, locutor y periodista, nativo y residenciado en Cariaco, municipio Ribero del estado Sucre.
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