Cada Semana Santa más de 90 jóvenes recorren las calles de Coro, capital del estado Falcón, en un via crucis viviente que estremece. Desde hace 15 años lo organiza Wilmen, un ingeniero mecánico y ebanista de 35 años que esos días se convierte en productor, director y actor, como forma de expresar su devoción cristiana. El fotógrafo Jesús Romero cuenta la experiencia en esta historia fotográfica para La vida de nos.
Además de ingeniero mecánico, Wilmen es ebanista, oficio que aprendió de su padre. Cada Semana Mayor, sin embargo, se convierte en otro: produce, dirige y actúa en La Pasión de Cristo, la representación teatral que ideó en 2004 y que desde entonces se lleva a cabo en su parroquia de La Vela de Coro, estado Falcón.
Wilmen había sido monaguillo durante 15 años. Nacido en una familia de 4 hermanos, creció apegado al catolicismo, inculcado por sus padres, quienes se aferraron a la fe cuando él —único hijo varón— sufrió una severa neumonía a los 21 días de nacido, en 1985. Estando en terapia intensiva, el pequeño dejó de tener respuesta neurológica. Algunos familiares comenzaron a preparar el eventual funeral, mientras otros se unieron en oración. Tras horas de angustia, los médicos informaron que el recién nacido estaba reaccionando.
Sus padres pensaron que si se había salvado era porque Dios tendría un propósito para su hijo. Y Wilmen, 35 años después, piensa que parte de ese propósito es el proyecto personal que ejecuta cada Semana Santa, como una tradición de fe a la que se abraza para expresar su devoción.
La primera vez fue en 2004. Los 37 niños a los que preparaba para la Primera Comunión en la iglesia Nuestra Señora del Carmen hicieron de actores. Ahora son más de 90 jóvenes que recorren las calles de Coro en un viacrucis viviente que estremece. Su punto cumbre lo tiene a orillas del mar: la crucifixión de Jesús de Nazaret, con un malhechor a cada lado, como narra el Evangelio según San Mateo.
En 2005 afinó el guion. Esa vez fueron los propios catequistas junto a otros grupos de la parroquia quienes encarnaron los papeles para ejecutar la obra.
Hay años en los que el montaje ha resultado cuesta arriba. En 2008, por ejemplo, Wilmen pensó que no podría realizarlo. No contaba con suficientes personas para encarnar a los personajes. Algunos jóvenes que generalmente actuaban se habían mudado de Coro. Otros no querían participar; tenían miedo. Sin embargo, el párroco de la iglesia, Moisés Galicia, le insistió en que siguiera adelante, y él mismo asumió un papel: el de Caifás, uno de los Sumos Sacerdotes que, según la Biblia, conspiró para la condena a muerte de Jesús de Nazaret. Con los personajes necesarios, la escenificación se llevó a cabo ese año.
Todos los años, Wilmen le agrega giros a la trama, siempre basados en las Sagradas Escrituras. Y cada año procura renovar tanto los vestuarios como la escenografía.
En la iglesia, Wilmen ha conocido mucha gente. Incluso a su esposa, Esthefanny Velazco, con quien tuvo una hija. A ellas les ha escrito canciones. Sueña con ver su nombre en la pantalla grande, porque quiere escribir películas, y también un libro llamado “la ira de los buenos”, inspirado en la escrituras bíblicas.
Mientras ese momento llega, ese único hijo varón de una modesta familia de Coro, sigue contando, una y otra vez, la historia de ese personaje que, como hace él con su obra, asumió con humildad la tarea para la cual fue llamado.
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