Con 14 años, Jickson fue detenido y golpeado por guardias nacionales cuando huía de la represión contra una protesta ciudadana la noche del 23 de enero, en Puerto Ordaz. Es epiléptico y no le permitían recibir el medicamento que debe tomar todos los días para llevar una vida más o menos normal. Fue uno de los 137 adolescentes que, de acuerdo al Foro Penal, fueron detenidos por protestar en distintas partes del país, entre el 21 y el 31 de enero de 2019.
Jickson es el menor de cuatro hermanos. Vive con su familia en Villa Bahía, un sector muy popular de Puerto Ordaz que comenzó como una invasión. Tiene 14 años y desde los 5 sufre de epilepsia, producto de un traumatismo craneoencefálico que lo dejó con esa condición.
Romelis, su mamá, vende cigarrillos y trabaja como peluquera desde su casa, en la entrada de la conocida “Chicharronera”.
Los ingresos de Romelis y de su esposo, quien además de barbero trabaja en una empresa básica del Estado, no son suficientes para sostener a la familia que conforman ellos y sus cuatro hijos. Su nevera suele estar vacía.
El 23 de enero de 2019, como en todo el país, los ciudadanos de Puerto Ordaz salieron a manifestar respaldando la ruta trazada por el presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, quien ese día juró como presidente encargado de la República. Mientras esto ocurría, Jickson y su mamá caceroleaban junto a otros vecinos de su sector.
Fue un día en el que muchos enarbolaron la bandera nacional. A las 8:40 de la noche, Jickson fue detenido y agredido por funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana del comando ubicado en la empresa Sidor. Junto a él detuvieron a otras seis personas.
–¿Para qué nos golpean si ya estamos detenidos? –les decía a los uniformados.
–¡Cállate!
Y Jickson recibía otra cachetada, sobre todo de guardias mujeres.
Jickson debe tomar diariamente un anticonvulsivo, pero mientras estuvo preso los militares no permitieron que lo recibiera. Recién el domingo 27, cuando fue trasladado a los tribunales, su madre lo pudo ver. Lo encontró esposado. La visita duró 10 minutos, tiempo que aprovechó para darle su medicina y que él le contara de los maltratos que estaba recibiendo. En la noche, la llamaron para avisarle que su hijo había sido trasladado de emergencia al hospital Uyapar, de Puerto Ordaz. Había convulsionado dos veces.
¿De qué culpaban a Jickson y a los otros detenidos de Villa Bahía? Del saqueo a una feria de hortalizas en el sector Core 8, a unos siete kilómetros de donde lo detuvieron. En Villa Bahía ningún comercio fue violentado. La Asociación de Comerciantes de Villa del Sur así lo testificó.
El 29 de enero, al mediodía, Jickson fue liberado bajo medidas cautelares. Le impusieron un régimen de presentación cada 30 días y su representante tuvo que presentar tres fiadores que devengaran tres salarios mínimos. Le imputaron, al igual que a los otros detenidos, los cargos de saqueos, resistencia a la autoridad y obstaculización de la vía pública.
Al salir en libertad, Jickson contó que cada vez que pedía permiso para ir al baño, los guardias nacionales usaban una tabla para darle golpes en la planta de los pies, y que otras veces le daban cocotazos o cachetadas como respuesta. Romelis no se cansó de rogar porque le permitieran de nuevo traerlo a casa. Y así ocurrió seis días después de esa noche en la que sonaron las cacerolas en Villa Bahía.
Esta historia fue producida dentro del programa La vida de nos Itinerante, que se desarrolla a partir de talleres de narración de historias reales para periodistas, activistas de Derechos Humanos y fotógrafos de 16 estados de Venezuela. Para ella contamos con la colaboración de la periodista Jhoalys Siverio y el apoyo de la ONG Cecodap.
Esta historia está incluida en el libro Semillas a la deriva, la infancia y la adolescencia en un país devastado (edición conjunta de Cecodap y La vida de nos).
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