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La carrera de obstáculos de Jorge

Jul 15, 2017

Renzo Prieto, un joven tachirense y militante del movimiento JAVU, fue detenido en Caracas el 10 de mayo de 2014. Su hermano Jorge asumió la tarea de asistirlo hasta que comenzó a sentirse amenazado y optó por el exilio. Renzo continúa preso en El Helicoide, pese a haber sido electo diputado suplente de la Asamblea Nacional. Sin juicio todavía, está imputado de fabricación ilícita de armas y asociación para delinquir.


Fotografías: Daniel Cáceres / Álbum familiar

 

Jorge se encontraba en el apartamento familiar de San Cristóbal el 10 de mayo de 2014, cuando un mensaje de Whatsapp, primero, y la corroboración de tres vecinos, después, le dieron la voz de partida a una carrera de obstáculos que lo pondría a prueba como al atleta que era: Renzo, su hermano 11 años menor, había sido detenido a más de 800 kilómetros de distancia.

Renzo David Prieto Ramírez, de inconfundible cabello largo, tenía entonces 27 años y era activista del movimiento JAVU (Juventud Activa Venezuela Unida). Lo detuvieron cuerpos de inteligencia del Estado en las inmediaciones del Centro Comercial Tolón, en Caracas. Alrededor no había protestas ni concentraciones públicas. El 8 de mayo recién habían desmantelado el campamento opositor de la plaza Alfredo Sadel, en Las Mercedes, donde el joven solía dejarse ver.

En El Helicoide le preguntaron si era de los “gochos arrechos”. Así, como se hacían llamar los jóvenes andinos de la autodenominada “Resistencia” que participaron en la ola de protestas del año 2014. Sus familiares creen que las fuerzas de seguridad le estaban siguiendo los pasos incluso desde San Cristóbal, su ciudad natal, la cual había abandonado sin avisar varias semanas antes. En algunos sitios web lo vinculaban con el alcalde Antonio Ledezma.

Jorge tenía comprado un boleto aéreo hacia Caracas, donde tenía previsto hacer diligencias personales. Se acercaba el Día de la Madre, por lo que no pudo adelantar su pasaje sino hasta el lunes 12 de mayo. Su hermano Omar, en cambio, consiguió boleto en una aerolínea distinta en el aeropuerto de Santo Domingo.

Mientras los dos aterrizaban en Maiquetía, con una hora de diferencia, Renzo vivía su audiencia de presentación. Le imputaban una falta, la de fabricación de armas, y cuatro delitos: tráfico de droga, instigación pública, obstrucción de vías públicas y asociación para delinquir en la modalidad de delincuencia organizada.

Por llegar tarde, a Jorge y a Omar no los dejaron ingresar a la sala del Tribunal 27o de Control, el mismo que, mediante un auto que siempre hace valer la defensa, dejó constancia de que apenas en ese momento estaban recibiendo la solicitud de orden de captura. 16 meses después, datos como este fueron los que llevaron al Grupo de Trabajo sobre Detenciones Arbitrarias de la Organización de Naciones Unidas a calificar la de Renzo como una detención arbitraria.

A los hijos de Lucas Prieto, además de la sangre, los enlaza el atletismo. Carolina, Jorge, Omar y Renzo practicaron esta disciplina alguna vez, unos de forma profesional y otros como aficionados. Renzo formó parte de la selección estadal de atletismo en juegos nacionales escolares. También jugaba fútbol, organizaba torneos de ajedrez y era árbitro de voleibol. Quedó de tercero en la prueba de admisión para estudiar y convertirse en técnico superior universitario en entrenamiento deportivo, título que recibió el 31 de octubre de 2012 en la Universidad Nacional Experimental del Táchira.

Jorge, licenciado en educación integral, mención educación física y deporte, también hizo parte de selecciones, torneos y competiciones. A ambos, a todos en casa, los genes deportivos parecen venirles del padre, don Lucas, quien fue atleta por algún tiempo y se graduó en Colombia como tecnólogo en planificación, administración y organización del deporte. También luchó por la construcción del Polideportivo de Pueblo Nuevo y fue uno de los promotores de la internacional Media Maratón de San Sebastián.

En la primera visita que Jorge pudo hacerle a su hermano, lo encontró tranquilo. Lo primero que le preguntó fue cómo estaba físicamente, si había sido maltratado. Le contestó que en algún momento lo amenazaron con aplicarle corriente en el cuerpo, pero que solo fue eso. Una amenaza.

Cumplidos los 45 días de investigación, la audiencia preliminar de Renzo se extendió en cinco partes, con diferimientos de entre ocho a diez días en promedio. En la audiencia de presentación, la defensa ya había logrado que desestimaran la acusación de tráfico de drogas, por ausencia de elementos. Y después de casi un par de meses en sesiones, volvió a conseguir que, también por falta de pruebas, desestimaran dos delitos más: la instigación pública y la obstrucción de vías públicas.

 

Un mes antes de la detención de Renzo, Jorge había perdido su trabajo como funcionario público de una institución deportiva, en lo que cree fue una medida política. “¡Qué problema con tu hermano!”, le dijeron cuando entraron a la oficina.

Sin empleo y obligado a mudarse de San Cristóbal a Caracas, a Jorge le correspondió convertirse en el apoyo de Renzo, para proveerle de comida, ropa, artículos de higiene personal y, claro, acompañamiento. Más allá de visitas puntuales, no había vivido en Caracas. Unos días en Propatria, otro tiempo en la avenida Victoria, comenzó a turnarse entre las casas de cuatro amigos, familiares y conocidos que lo aceptaron como huésped.

Le tocó aprender a cocinar, una tarea que en San Cristóbal estaba reservada a su hermana Carolina, sobre todo desde que en 2012 lloraron la pérdida de su madre. En la visita de los jueves debía llevarle comidas a Renzo para viernes y sábado. En la de los domingos, lo suficiente para que le rindiera hasta el miércoles. Y así cada semana, a pesar de que alguna vez Jorge descubriera que Renzo había donado sus alimentos a otros presos quizás más necesitados. Adentro, igualmente el muchacho aprendió a cocinar y hasta se destacó en la preparación de pizzas y galletas mientras tuvo un horno.

Pero todo cambió en abril de 2016.

Ese mes, Jorge viajó a Bruselas con el propósito de exponerles a los diputados del Parlamento Europeo la existencia de presos políticos en Venezuela. Lo acompañaron familiares de otros detenidos con expedientes similares.

El caso de Renzo, cuya causa llevaba nueve diferimientos, tenía elementos suficientes para llamar la atención en el exterior. A esas alturas, al joven tachirense le imputaban una falta, la de fabricación ilícita de armas, y un delito, el de asociación para delinquir. De acuerdo con el abogado defensor, Carlos Moreno, para cometer esa falta tenía que haber de por medio una persona jurídica y Renzo nunca había constituido ni siquiera una asociación civil, y para cometer el único delito que terminaron imputándole tenía que existir un grupo estructurado de delincuencia organizada de tres o más personas.

En Bélgica hubo flashes, cámaras, entrevistas y una rueda de prensa. El nombre de Jorge Prieto figuró como fuente informativa en notas de agencias internacionales. Pero a su regreso, cuando retomó las visitas a su hermano, notó el ambiente enrarecido. El trato de los carceleros hacia él había cambiado. Jorge se sintió amenazado.

Tras considerar que un preso en la familia era suficiente, Jorge le pidió disculpas a su hermano por dejarlo solo y decidió mudarse a España. En dos años de continuas visitas semanales, siempre encontró a Renzo fuerte y tranquilo. Y con esa misma serenidad, que su padre cree que se las ha dado el deporte, a sus 40 años emprendió la vida del exilio, lejos de Renzo.

Primero vivió en Madrid, en un refugio para extranjeros que, como él, solicitaban asilo político ante las autoridades españolas. Compartió con sirios, paquistaníes, nigerianos… todos, gente que huyó forzadamente de sus tierras. Después se mudó a Sigüenza y Guadalajara, ambos pueblos de la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha, hasta hoy que intenta asentarse en Málaga. Aunque el trabajo aparezca y desaparezca, allí vive con una tranquilidad que, cree, ya no volverá a sentir en Venezuela.

Cada tanto, cuando Jorge se tomaba una semana para descansar o para terminar su posgrado en el Táchira, sus hermanos o su padre viajaban a Caracas a relevarlo. Eso dependía, no obstante, de la disponibilidad económica. A veces debían escoger entre llevarle comida a Renzo o los desplazamientos de la familia hasta Caracas. Y eso ha seguido siendo así. Desde San Cristóbal, Carolina organiza rifas, vendimias y potazos para recoger fondos.

De tanto patear asfalto, en 2015 la familia terminó haciendo campaña política a nombre del joven que, por su cabello, muchos en el Táchira apodaron “Jesucristo”. El 6 de diciembre de ese año, con el 67,61% de los votos, a Renzo lo eligieron diputado suplente a la Asamblea Nacional, en fórmula con la principal Gaby Arellano por el circuito de montaña baja de ese estado andino.

Esta práctica se inauguró en Venezuela en 1978, cuando el voto fue la llave que abrió la celda de David Nieves, de la Liga Socialista. Asimismo, quedaron en libertad en la legislatura pasada José Sánchez “Mazuco” y Biaggio Pilieri. Y en este periodo de la Asamblea Nacional, los suplentes Rosmit Mantilla (también por el Táchira) y Gilberto Sojo (por Aragua) gozaron del beneficio de la liberación.

Renzo Prieto es el único de los tres ganadores del 6-D que se mantiene en prisión. Cuando, por ejemplo, en marzo de 2016 la diputada Arellano tuvo que ser operada de emergencia, la curul de siete municipios del Táchira quedó sin representación en el hemiciclo.

En vez de legislar, Renzo ha aprendido el arte de labrar el aluminio hasta obtener figuras en relieve. En el apartamento familiar exhiben dos imágenes del Santo Cristo de La Grita hechas por él, que durante varios años se contó entre los miles de peregrinos que cada agosto caminan 80 kilómetros hasta el santuario del patrono de los tachirenses.

 

En el camino de la justicia, el caso de Renzo no da muestras de avance. En los últimos tres años la defensa ha intentado, en 27 ocasiones, sin éxito, la apertura del juicio ante el Juzgado Decimotercero de Caracas. En una sola oportunidad lograron empezar, pero la audiencia fue interrumpida. En las demás fechas, ha ocurrido que el tribunal no da despacho o el traslado del detenido no se cumple.

Renzo dejó inconclusa la licenciatura en educación física en el núcleo Zea de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador. Dentro de El Helicoide ha buscado formas de mantenerse activo. Camina. Hace flexiones. Juega lo que puede. Hasta recuperó una mesa para tenis y algunas pesas.

Cuando lo detuvieron, algunos amigos se acercaron a los familiares a conjeturar que le cortarían el cabello. Pero no ha sido así. Quienes le tomaron el testigo a Jorge y ahora lo asisten y visitan, cuentan que lo tiene larguísimo, como por la cintura, y que no se lo quiere cortar hasta ver la libertad de Venezuela.

 

Renzo Prieto fue excarcelado el 2 de junio de 2018, tras lo cual asumió como diputado por el Táchira en la Asamblea Nacional. Su padre, Lucas Prieto, dice que el tribunal que continúa llevando la causa le ordenó régimen de presentación cada 30 días, prohibición de salida del país y de emitir declaraciones a los medios de comunicación.

SIGUIENTE ENTREGA:
Lisbeth jamás se cansó de esperar


 

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Soy periodista con trayectoria en medios impresos y profesor universitario de periodismo. Creo que cuando más vivo, es cuando reporteo y escribo.

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